jueves, 25 de agosto de 2011

VIKINGOS III - Cookies story Part 2




“Estos están colocadísimos” “¿Tú crees? Es muy pronto para que haga efecto, sólo han pasado 15minutos” “Pero míralos si no pueden parar de reír, les va a dar algo” comentaban Anna y Samantha. Chris intentaba parar la espiral de carcajadas en la que estábamos atrapados y me gritaba entre risas “¡Para!, ¡Para! Ey! ¡Para!”. Yo intentaba hacerle caso pero lo único que conseguía era tranquilizarme durante unos segundos y cuando le volvía a mirar a la cara comenzaba de nuevo a retorcerme en mi asiento sin poder parar de reír. Kim que estaba sentada justo en el asiento detrás de mí, estaba siguiendo atónita nuestra ridícula conversación y al estar sentada entre los dos, pronto se contagió de nuestra risa descontrolada así que ya éramos tres los que supuestamente ya nos encontrábamos bajo los efectos de las “coockies”.

Aquello era increíble, no puedo decir cuánto tiempo había pasado porque había perdido por completo la noción del tiempo; no sabía si tan siquiera habíamos arrancado, sólo sabía que me sentía bien, extremadamente bien; no podía parar de reír y me encontraba en una burbuja en la que todo era divertido.
Pasado un tiempo y tras ser advertidos por el chófer del bus haciendo uso del micrófono de que guardásemos un poco de silencio, continuamos recordando anécdotas de viajes anteriores. Nos acordamos de una historia que pasó en Hamburgo un domingo que un amigo de nuestra universidad que está de intercambio allí nos invitó a una barbacoa en su jardín. Fue increíble, comimos y bebimos cuanto quisimos; conversamos con gente de todas las procedencias: Francia, Polonia, Holanda, Alemania o España.

Recordábamos especialmente a un español que estaba especialmente loco. Se llamaba Carlos y se puso muy borracho: se cayó de una silla contra los arbustos al sentarse, estuvo buscando las llaves de su compañero de piso que sin darse cuenta de que las tenía en su bolsillo, jugando a juegos de equipo para beber susurraba a sus compañeros que si fallaban les pegaría, se despertó al día siguiente y fue al centro de la ciudad para buscar su bici que creía haber dejado a mitad de camino la noche anterior cuanto en realidad nunca llegó a cogerla, le tiró al suel…”¿Pero?¿Quíen es Carlos? “Interrumpí yo.

“Carlos, el loco de Hamburgo” “Venga hombre! Carlos!” “El que vivía con Loui” “Ya sabes quién es Carlos” “Que no, que no le pongo cara” “Venga hombre si ya sabes” “Que no, que no” “Carlos, el que vivía con Loui” “Nos está vacilando” “¿Quién es Carlos? Jaja Si ya sabes” “Eh! Pero ¿ me quereis explicar quién es Carlos?” “En serio, nos está vacilando”…

Me giro e intento hacer memoria pero resulta inútil, mi mente esta nublada, no consigo concentrarme, pienso en el tal Carlos pero lo único que me viene a la mente son fugaces imágenes y borrosas de gente que he visto en los últimos meses. No sé qué está pasando pero es como si no pudiese acceder al cajón del archivo de mi cabeza, como si alguien hubiese borrado esa información. Me resultaba imposible. Decido volver a preguntar al grupo, esta vez más serio para hacerles ver que no estaba bromeando. “Hey enserio, ¿QUIÉ ES CARLOS?” “Carlos, el que vivía con Loui” “Nos está vacilando” “¿Quién es Carlos? Jaja Si ya sabes”….

Y entonces me di cuenta; todo se estaba repitiendo, me estaban diciendo las mismas frases una y otra vez y aunque yo intentaba cambiarles de tema preguntando cosas como la hora a la que creían que íbamos a llegar a Estocolmo, ellos evadían la pregunta y volvían a las mismas frases. Reflexioné y me dije: “Vale, estas en una paranoia inducida por las coockies, relájate, no les hagas caso y mira por la ventana” Miré por la ventana para evadirme pero nada más lejos del a realidad, me encontré con que el bus giraba todo el rato la misma esquina; otro bucle. Así que intentando no perder la calma decidí simplemente mirar hacia adelante pero la cosa se ponía cada vez peor: La gente de los asientos de delante se levantaba y giraba mirando hacia mí de forma aleatoria como en esos juegos de los recreativos que tienes que matar a martillazos topos que salen de los agujeros.

La situación era la siguiente: Yo tratando de luchar por salir de la paranoia con Samantha sentada a mi lado tratando de ayudarme. Intentaba estar en contacto con el exterior de mí mismo para saber que era vida real y no paranoia y les hacía preguntas constantemente. Me daba agua pero yo no notaba mi cuerpo; era como si en vez de brazos tuviese bolas y cuando cogía la botella tenía que palparla con las dos manos para dirigirla a la boca.

Otra chica del grupo estaba sentaba sola sin decir ni hacer nada y luego nos dijo que era porque ella sentía que no podía moverse, como si estuviese petrificada. Ben estaba empezando a perder los papeles y empezaba a decir cosas como, “es como esas películas de jóvenes que consumen drogas y ninguno sobrevive”, incluso llegó a decir a una chica que esto era el fin y que tenían que hacer el amor ahí y ahora.

Por otro lado, Kim, al oírme decir que estaba en una paranoia se agobió y se fue con una amiga al final del bus para alejarse y no ponerse nerviosa y fue entonces cuando dijo que esa situación ya la había vivido; como un “dejá vu” pero más fuerte. Y empezó a decir una serie de cosas que más adelante se cumplirían: alguien va a vomitar, va a venir la policía… Yo creo que tuvo que ser algún tipo de paranoia en la que perdió la noción del tiempo pero lo que no me explico es que todo eso se lo contaba a otra chica y que cuando lo dijo era de día y las cosas ocurrieron de noche.

Yo conseguí relajarme y aunque seguí sintiendo extraño mi cuerpo y el ritmo de las cosas era más lento, ya era consciente de todo. De repente entramos en un túnel; hasta aquí todo normal pero me di cuenta que el túnel nunca acababa y se repetía la misma secuencia de lunes y ruidos una y otra vez. Otra paranoia pensé, pero me explicaron que estábamos pasando por un túnel kilométrico desde Copenhague a Estocolmo. Me vuelvo a relajar.

Salimos del túnel y pasamos a un paisaje escalofriante: estábamos en un puente sobre el mar. El puente estaba en curva así que no podíamos ver el final y lo único que veíamos era el ocaso en un horizonte marcado por un mar naranja e infinito. La luz en esas latitudes es diferente, mucho más intensa lo que hacía nuestra situación aún más estremecedora. “Si todo esto está pasando durante el día, más vale que nos vayamos preparando para la noche”.

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Autor: J.Hunter
Adaptación y traducción: Marinero blog
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1 comentario:

  1. Jejejejeje sí, es una frase bastante popular, hay otras como "a Naveces pocas veces". Salu2. :)

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