La llegada a Lanzarote tuvo sus impedimentos: El autobús Irún-Madrid salió con retraso, robándome los minutos de tranquilidad que tenía entre la llegada a Madrid y la salida del vuelo. Una vez en Madrid los “amables buseros” se negaban a dejarme subir con las tablas para ir al aeropuerto a pesar de que estaban bien protegidas en una funda de viaje y no tenía otra forma de llegar al aeropuerto debido a la huelga de metro. Tras negociar con 3 chóferes distintos, y con la ayuda de un interventor (al que desde aquí agradezco su colaboración), logramos que, entre los aplausos de todos los viajeros del autobús, me dejara subir.
Facturando me tocó un canario bastante agradable y tras estar de “charleta” con él conseguí no pagar nada por las tablas y corriendo un poco entré el último al vuelo con destino Lanzarote bajo el cartel de “Last call”.
Ya en Lanzarote, después de 12h viajando entre autobuses, esperas y avión, y una vez comprobado que las tablas habían llegado ilesas, me reuní con el surfista canario Julio Gómez y nos dirigimos a la oficina de coches de alquiler donde teníamos reservado un coche pero claro, no podía ser así de simple.
Stay tunned marineros!!
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