Llevamos demasiados días de fiestas esta semana, destrozándonos después de los exámenes pero hemos sacrificado horas de sueño (demasiadas) para no perdernos ningún baño. Ayer fue un día de locura máxima porque habiendo dormido 4horas y arrastrando las cuatro fiestas de la semana pasada, decidimos ir a Hossegor haber si se nos congelaban las ideas. Al llegar, la cosa estaba pequeña y desierta y nos costó encontrar el sitio adecuado. Neopreno, escarpínes, gorro y a correr bajo las atónitas miradas de algunos valientes que paseaban a su perro. A pesar de las expectativas que habían generado en nosotros la previsión, estaba pequeño aunque manteniendo esa forma de las olas de las landas, esos picos que forman un tubo limpio y que dejaba ver hasta dos sifones en la misma ola.
Habíamos dicho que no nos la íbamos a jugar a surfear hasta que se escondiese el Sol porque teníamos una caminata hasta el coche pero estando los 3 solos, bajo un cielo morado por el atardecer y buscando el tubo continuamente se nos olvidaba el frío y lo que podía pasar luego ¡Imagina una playa en la que no alcanzas a ver ni el inicio ni el final y en la que no ves a ni una persona! El agua está aproximadamente a 12ºC así que se podía decir que se estaba mejor dentro que fuera. Casi de noche, hemos salido después de varias "una y fuera", de hecho Juan se había salido ya y volvió porque no aguantaba vernos dentro a Sergio y a mí. Ya en el coche, con la cara congelada literalmente nos hemos cambiado (a mí se me había olvidado la toalla), hemos parado en una de las pocas tiendas que encontrabas abierta en ese pueblo fantasma llamado Capbreton y rumbo a casa con la calefacción a tope bajo un cielo infestado de estrellas hasta llegar a la contaminación lumínica de las ciudades fronterizas.
"Estamos enfermos" nos decíamos, "si hiciésemos los mismo por los estudios...", pero lo justificamos diciendo que esos momentos merecen la pena.
apetece!
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