No sé porque pero me encontré con una cola de narices, puede que volviesen de vacaciones o que el perraco de Sarkozy hubiese convocado a media Francia para tocarme la moral.
Al final me topé con unas olitas bastante coquetas en Biarritz que sirvieron para cumplir el objetivo de apaciguar el mono. En el agua estábamos 4 y las olas daban para saciar a todos. La verdad que las de la serie se dejaban querer. Fue buen baño, mi tabla lo agradeció, yo ltambién aunque quien más lo agradeció fué mi culo harto de oficina.
Salí del agua practicamente sin luz y de vuelta me encontré con un chabal en su motito sin luces ni nada que para quienes no conozcan la nacional francesa de noche, es un sinuosa carretra de doble sentido entre bosque sin un ápice de luz que, en numerosas ocasiones te obliga a poner las largas para ver hacia donde gira. No llegué a entender la forma de jugarse la vida del francesito.
La de veces que nos hemos vuelto a casa con las manos vacías cuando vamos buscando lo imposible, visualizando olas por el camino que al llegar se han desvanecido como el humo.
Pero a veces sale y es por eso que merece probar.
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